La indignación de los dueños legendarios de estas tierras por la visita del genocida fue considerada una falta de respeto a su centro ceremonial y decían: "Cómo a esa persona la dejan subir a la pirámide y a nosotros no nos dejan ni pasar"
Las medidas de seguridad hicieron cercar varios kilómetros a la redonda, impidiendo el libre tránsito de las personas de los pueblos aledaños y causando pérdidas económicas a los artesanos que para obtener su ingreso diario ofrecen sus mercancías a los turistas que visitan la zona. La protesta estuvo encabezada por los artesanos de Chichén y acompañándolos estuvieron varios grupos, la mayoría, adherentes a la sexta declaración de la selva lacandona y participantes de la Otra Campaña, así como por algunos individuos de la sociedad civil, indignados por esta visita.